Think Different (piensa diferente) es una frase de una famosísima campaña de Apple que gramaticalmente está mal formada. En un correcto inglés debería rezar: “Think differently”. La campaña comenzó en 1997 y se dio por finalizada en 2002. Pero, ¿por qué traigo esto para inaugurar la séptima temporada de No Soy Original?
Pues sencillamente porque me identifico mucho con esa frase, porque pensar diferente no es sólo una frase de una campaña publicitaria. Think Different no hará pensar sobre todo lo que nos dicen. Escuchar, mejor que oír. Analizar y no tragarnos las estupideces que desde sus púlpitos nos lanzan predicadores y políticos que obedecen a un plan que es fácil de descifrar: Montar su negocio y enriquecerse; porque la gente, que no su gente, le da igual.
Por eso Think Different será, aunque Apple haya retirado su campaña, algo que llevaré siempre. No por Apple sino porque su campaña coincidía, curiosamente, con mi manera de caminar por la vida. Think Different: Brindemos por los locos, los inadaptados, los rebeldes, los problemáticos.
Contenidos:
THINK DIFFERENT | 07×01
Think Different: Vives o solo repites
La mayoría de la gente no piensa. Se limita a obedecer, a seguir lo que le dijeron que era correcto, a copiar modelos de vida que ya están agotados. Y luego se sorprenden de sentirse vacíos, aburridos, como piezas reemplazables en una maquinaria que no les pertenece. ¿De verdad eso es vivir?
“Think Different” no fue solo un eslogan para vender ordenadores; fue una bofetada contra la mediocridad. Es un recordatorio brutal de que si quieres tener una vida tuya —y no un guion ajeno— tienes que dejar de pensar como todos los demás. Pensar distinto no significa llevar la contraria por deporte, significa atreverse a ver lo que otros no ven, a cuestionar lo que se da por hecho, a vivir sin manual de instrucciones.
Mira a tu alrededor: todos corren hacia el mismo sitio, deseando lo mismo, comprando lo mismo, diciendo lo mismo. ¿Y qué consiguen? Frustración en masa, ansiedad compartida y sueños enlatados. Pensar distinto es dar un golpe en la mesa y decir: “No juego a ese juego”. Es cambiar las reglas, incluso inventar unas nuevas.
¿Incómodo? Claro. Pensar diferente molesta. Te señalarán, te ridiculizarán, te acusarán de raro, de loco, de rebelde sin causa. Pero esa incomodidad es la prueba de que estás vivo. Porque solo los que incomodan mueven el mundo. Los demás son público de segunda fila en la obra de la vida.
Pensar distinto también es un acto de rebeldía silenciosa: no odiar cuando todos odian, no correr cuando todos huyen, no rendirse cuando todo parece imposible. Y sobre todo, no comprar el sueño prefabricado de éxito que nos venden desde niños. La vida no es una lista de casillas a marcar, es un terreno salvaje donde cada paso debe ser tuyo.
Así que, enfréntate a la vida sin miedo. Duda, cuestiona, rompe, crea. Porque si piensas igual que los demás, acabarás viviendo la vida de los demás. Y ese es el mayor fracaso posible.
“Think Different” no es un consejo: es una orden.
Extractos del programa de esta semana:
Superstición
La superstición es algo que nos acompaña desde la oscuridad de los tiempos a pesar de los avances tecnológicos de la actualidad. Nacía en los tiempos remotos donde las tribus practicaban rituales para atraer la caza o la lluvia. Pero incluso en nuestros días la practicamos sistemáticamente aunque no tenga ningún sentido o base de que nuestros actos de superstición traerán las consecuencias deseadas. Numerosos ejemplos como “comer 12 uvas con las 12 campanadas de año nuevo”, “llevar algo nuevo, algo usado y algo prestado” el día de la boda, son actos de superstición que no tienen base científica alguna. Sobre ello escribió Carl Sagan y os dejo aquí su “manifiesto” sobre la superstición.
La superstición bajo la mirada de Carl Sagan
Carl Sagan, uno de los grandes divulgadores científicos del siglo XX, dedicó gran parte de su obra a luchar contra la oscuridad del pensamiento irracional. En libros como El mundo y sus demonios, dejó claro que la superstición no es solo un detalle folclórico de la humanidad, sino un síntoma profundo de cómo nuestra mente puede engañarnos cuando la ciencia y la razón ceden su lugar a la comodidad de las creencias fáciles.
Desde la perspectiva de Sagan, la superstición surge de una mezcla peligrosa: miedo, desconocimiento y la necesidad de encontrar orden en un universo caótico. El ser humano, decía, es un animal que busca patrones incluso donde no los hay. Vemos formas en las nubes, escuchamos mensajes ocultos en ruidos aleatorios y atribuimos significados mágicos a hechos que, en realidad, son pura casualidad. Esa tendencia, útil en la prehistoria para sobrevivir, nos empuja en la modernidad hacia la astrología, las mancias y los rituales que prometen controlar lo incontrolable.
Sagan no despreciaba la raíz emocional de la superstición. Entendía que las personas, frente a la incertidumbre, necesitan respuestas inmediatas, aunque sean falsas. Un amuleto puede dar consuelo en medio del miedo, igual que una plegaria puede calmar en una situación desesperada. Pero ahí está, según él, el verdadero problema: la superstición ofrece una ilusión de control, mientras nos aparta del conocimiento real. En lugar de aprender cómo funciona el mundo, nos refugiamos en explicaciones mágicas que nos mantienen en la ignorancia.
Para Sagan, la superstición es un obstáculo directo contra el pensamiento crítico. Cada vez que atribuimos un resultado al azar como si fuese un designio, estamos entrenando a nuestra mente a aceptar la falsedad como verdad. Y esa forma de pensar no se queda en lo trivial: abre la puerta a creer en conspiraciones absurdas, pseudociencias o dogmas que manipulan y esclavizan.
Sagan defendía que el antídoto frente a la superstición no es la burla ni el desprecio, sino la educación. Enseñar a pensar críticamente, a reconocer falacias, a valorar la evidencia, era para él la mejor vacuna contra la credulidad. Insistía en que la ciencia no destruye el asombro, sino que lo multiplica. ¿Qué es más inspirador: creer que un horóscopo decide tu destino, o descubrir que estamos hechos de polvo de estrellas, que cada átomo de nuestro cuerpo nació en el corazón ardiente de una supernova?
La superstición, bajo su mirada, no era simplemente un error inocuo. Era una amenaza latente. Porque una sociedad que no distingue entre realidad y engaño está condenada a ser manipulada por quienes saben explotar esa debilidad. De ahí su llamado a nunca dejar de cuestionar, a exigir pruebas, a sospechar de lo que parece demasiado conveniente.
Carl Sagan nos invita, en definitiva, a sustituir la superstición por curiosidad, la creencia ciega por el conocimiento, y el miedo irracional por la búsqueda constante de verdad. Pensar críticamente no nos libra de la incertidumbre, pero nos regala algo mucho más valioso: la libertad de no ser esclavos de los demonios que nosotros mismos inventamos.
Combatir la estupidez
La estupidez es algo que destaca en nuestra sociedad actual. Desde la tribuna en la que se ha convertido a las redes sociales, tenemos a cualquier indocumentado soltando discursos sin base ni coherencia, llenos de mensajes emocionales pero falto de datos reales. ¿Cómo combatir y detectar la estupidez? Con cultura y ¡oh sorpresa! con el conocimiento que nos han dejado desde tiempos ha, decenas de filósofos que nos proponen los principios para combatir tanta estupidez.
Combatir la estupidez
La estupidez es el verdadero enemigo. Más peligrosa que la maldad, más contagiosa que un virus, más resistente que la mentira. El mal tiene un propósito; la estupidez no. Y por eso arrasa sin medida.
Lo advirtió Carlo M. Cipolla: el estúpido daña a los demás y también a sí mismo… y lo hace con una sonrisa en la cara. No necesita razones, ni lógica, ni pruebas. Actúa, y el desastre llega solo.
¿Cómo enfrentarse a semejante fuerza? Con filosofía. Sí, esa palabra que muchos creen aburrida, lejana, inútil. Error. La filosofía nació como un arma de combate contra la ignorancia. Sócrates no escribía tratados, hacía preguntas. Incómodas, certeras, capaces de desmontar al más arrogante.
El estúpido presume de certezas. El filósofo cultiva la duda. Esa es la primera batalla: aprender a dudar. Dudar de las frases hechas. Dudar de lo que grita la mayoría. Dudar incluso de uno mismo. Porque solo quien duda puede pensar.
La estupidez necesita velocidad: reacciones inmediatas, respuestas automáticas, consignas fáciles de repetir. La filosofía obliga a frenar, a observar, a incomodar. ¿Qué prefieres? ¿Ser parte del rebaño que corre hacia el abismo o detenerte y preguntar hacia dónde vamos?
La filosofía no transforma de golpe al estúpido en sabio. Pero protege al pensador de contagiarse. Marco Aurelio lo sabía: no puedes controlar la irracionalidad de los demás, pero sí tu reacción ante ella. Ese es el escudo.
Hoy la estupidez se viste de trending topic. Circula disfrazada de opinión viral. Se confunde con verdad porque tiene miles de “me gusta”. Y ahí es donde la filosofía se vuelve urgente. No para darnos recetas fáciles, sino para enseñarnos a distinguir. Entre lo cierto y lo falso. Entre lo útil y lo tóxico. Entre lo que ilumina y lo que embrutece.
Combatir la estupidez con filosofía no es un ejercicio académico. Es un acto de resistencia. Es un grito. Es negarse a repetir sin pensar. Es preferir el esfuerzo de razonar al placer de obedecer. Es elegir lucidez aunque duela.
Porque si la estupidez es contagiosa, también lo es el pensamiento crítico. Y si alguien empieza a pensar, otro lo seguirá. Esa es la cadena que necesitamos. La única que puede salvarnos del ruido, del dogma y de la manipulación.
La estupidez siempre estará ahí. Pero la diferencia es si decides dejarte arrastrar por ella… o plantar cara con filosofía.
Templos sin fama
España está plagada de templos. Muchos de ellos son muy famosas y visitados, pero en esta entrada no hablaré de ellos. Le ha tocado a Iglesias sin fama, edificios magníficos construidos a lo largo y ancho de nuestra piel de todo que no son asiduamente visitados, que no suelen estar en guías turísticas pero asombran al visitante ocasional que las vio y se interesó por ellas. Aquí, unos ejemplos entre muchos, no están todas las que son pero son todas las que están.
Iglesias sin fama en España: joyas ocultas que merecen ser descubiertas
Cuando pensamos en iglesias emblemáticas de España, los nombres aparecen de inmediato: la Sagrada Familia de Barcelona, la Mezquita-Catedral de Córdoba, la Catedral de Santiago de Compostela. Sin embargo, más allá de estos monumentos colosales, el país guarda centenares de templos de menor renombre que encierran historia, arte y misterio. Iglesias sin fama, olvidadas en las guías turísticas más vendidas, pero que invitan a detenerse, observar y redescubrir el valor del patrimonio escondido.
Uno de los ejemplos más sorprendentes es la Iglesia de San Juan de Gaztelugatxe, en la costa vizcaína. Aunque hoy muchos la conocen gracias a su aparición en una serie televisiva, durante siglos fue un templo discreto, encaramado sobre un islote y unido a tierra firme por un serpenteante puente de piedra. Su encanto no reside solo en la arquitectura sencilla, sino en la experiencia de llegar hasta ella, subiendo los más de doscientos peldaños que conducen al santuario.
En Castilla y León abundan templos que pasan desapercibidos ante la sombra de las grandes catedrales. La Iglesia de San Martín de Frómista, en Palencia, es un ejemplo exquisito del románico puro. Sus capiteles narran historias bíblicas y escenas cotidianas con una finura que invita a detenerse en cada detalle. Aunque no atrae multitudes como Burgos o León, representa un testimonio esencial del románico español.
También en Galicia encontramos rincones ocultos como la Iglesia de Santa María de Cambre, en A Coruña. Levantada en el siglo XII por monjes benedictinos, guarda la huella de la tradición compostelana en su planta circular, un diseño poco común que sorprende al visitante atento. La calma que se respira en su interior contrasta con el bullicio de las rutas más transitadas hacia Santiago.
En el sur, lejos de las multitudes que colapsan Sevilla o Córdoba, la Iglesia de San Juan de los Caballeros en Jerez de la Frontera ofrece una lección de historia. Construida sobre una antigua mezquita, muestra la transición del románico al gótico con un aire sobrio, casi austero, que nada tiene que ver con los grandes fastos barrocos de Andalucía.
Más escondida aún se encuentra la Ermita de San Baudelio de Berlanga, en Soria. A primera vista parece una construcción humilde, casi perdida en medio de la nada. Sin embargo, en su interior guarda frescos únicos que mezclan escenas religiosas con representaciones de cacerías y animales exóticos. Una rareza que conecta el arte mozárabe con influencias orientales, y que convierte este pequeño templo en una auténtica joya secreta.
Estas iglesias sin fama son más que piedras viejas: son cápsulas de tiempo. En ellas se refleja la historia de comunidades que, lejos del protagonismo de las capitales, dejaron huella en la arquitectura y el arte. Visitarlas no solo es un acto cultural, sino también un gesto de resistencia contra el turismo masivo, que concentra multitudes en pocos lugares mientras deja en el olvido patrimonios igualmente valiosos.
España no es solo sus grandes catedrales. Es también un país de templos anónimos, silenciosos, que esperan ser descubiertos por quienes prefieren mirar más allá de lo evidente. Y quizás ahí, en esa búsqueda de lo oculto, se encuentre el verdadero espíritu del viaje.
Sobre tu Cadáver – Capítulo 5 – Audiolibro en Español – Voz real
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