Muchos son los misterios del universo. Cuando miramos al cielo nocturno a simple vista, vemos, aparte de nuestro satélite, un billón de puntos brillantes fijos, otros parpadeantes e incluso si nos fijamos bien, diferentes colores. Podemos ampliar la visión con binoculares o telescopios más o menos potentes y hasta entrar en detalle con radio telescopios. Y es ahí, cuando miramos más de cerca y con más precisión cuando descubrimos los misterios del Universo.
Contenidos:
MISTERIOS DEL UNIVERSO | 06×45
Misterios del Universo: Entre la Ciencia y lo Desconocido
Desde los albores de la humanidad, mirar al cielo ha sido sinónimo de preguntas. A pesar de los avances científicos que nos han llevado a explorar los rincones del Sistema Solar, e incluso a detectar ecos del Big Bang, el Universo sigue siendo un vasto enigma repleto de misterios. Aunque la física moderna ha descifrado muchas leyes que rigen el cosmos, existen fenómenos que desafían nuestra comprensión y mantienen viva la llama de la curiosidad. En este artículo exploraremos algunos de los más fascinantes misterios del Universo.
Uno de los más desconcertantes Misterios del Universo es el origen del Universo. La teoría del Big Bang sostiene que el Universo surgió de una singularidad hace aproximadamente 13.800 millones de años. Sin embargo, no sabemos qué ocurrió antes de ese instante, ni si el tiempo y el espacio existían previamente. ¿Fue el Big Bang un evento único o parte de un ciclo infinito de expansión y contracción? La física cuántica y la relatividad general aún no se han reconciliado en un modelo definitivo que nos permita comprender ese momento primigenio de los Misterios del Universo.
Relacionado con esto está el misterio de la materia y energía oscuras. Se estima que solo el 5% del Universo está compuesto por materia ordinaria, aquella que forma planetas, estrellas y galaxias. El 27% restante correspondería a materia oscura, una sustancia invisible que no emite ni absorbe luz, pero cuya presencia se deduce por su influencia gravitacional. Aún más enigmática es la energía oscura, que representa el 68% del Universo y parece estar acelerando su expansión. Su naturaleza es completamente desconocida, y su comprensión podría cambiar radicalmente nuestra visión del cosmos y los Misterios del Universo.
Otro fenómeno intrigante de los Misterios del Universo es el de los agujeros negros, regiones del espacio donde la gravedad es tan intensa que ni la luz puede escapar. Aunque su existencia ha sido confirmada, su comportamiento plantea interrogantes y es otro de los grandes Misterios del Universo. ¿Qué ocurre con la información que cae en un agujero negro? ¿Desaparece para siempre, violando las leyes de la mecánica cuántica, o de algún modo se conserva? Esta paradoja ha llevado a teorías como la del “holograma”, que sugiere que el Universo podría ser una proyección tridimensional de información codificada en dos dimensiones.
También entre los Misterios del Universo están los ráfagas rápidas de radio (FRBs, por sus siglas en inglés), pulsos extremadamente breves y potentes de energía que provienen de galaxias lejanas. Aunque algunos científicos han propuesto explicaciones naturales, como estrellas de neutrones o agujeros negros en colisión, otros sostienen que podrían tener un origen artificial, alimentando las especulaciones sobre inteligencia extraterrestre, otro de los grandes Misterios del Universo.
Por último, el paradoja de Fermi nos enfrenta a una pregunta inquietante: si el Universo es tan vasto y antiguo, ¿por qué no hemos encontrado aún señales claras de vida inteligente? ¿Estamos realmente solos o simplemente no sabemos cómo buscar? Este Misterios del Universo encierra implicaciones filosóficas profundas y toca los límites del conocimiento humano.
En resumen, el Universo no solo es un espacio físico inmenso, sino también un espejo de nuestras limitaciones. Cada descubrimiento resuelve una duda y abre nuevas preguntas. Y quizá, en esa búsqueda constante, resida la verdadera esencia de nuestra existencia. Porque en el fondo, más que comprender el cosmos, buscamos comprendernos a nosotros mismos, buscamos desvelar los Misterios del Universo.
Extractos del podcast de esta semana:
Origen de los haters
Si crees que el origen de los haters está en las redes sociales estás muy equivocado. Haters hubo siempre. Es como el paradigma de los tontos. Antes todo pueblo tenía a su tonto, ahora están todos en internet. Pues lo mismo ocurre con los haters, que ahora están todos en internet y antes no eran tan visibles. Pero existían.
El origen del hater: entre la frustración, la tribu y el anonimato
En la era digital, el término hater se ha convertido en una figura omnipresente en redes sociales, foros y espacios de participación pública. Es esa persona que critica con saña, que busca destruir más que debatir, que lanza juicios despiadados no siempre desde el argumento sino desde la descalificación emocional. Pero ¿de dónde surge esta figura? ¿Qué lleva a alguien a convertirse en un “odiador” profesional?
El origen del hater moderno está profundamente vinculado al cambio de paradigma comunicativo que ha supuesto Internet. Antes, expresar públicamente una crítica requería un esfuerzo considerable: escribir una carta, enviarla a un medio o enfrentarse cara a cara con alguien. Hoy, con solo un clic, cualquier persona puede lanzar una opinión al mundo. Este acceso irrestricto, unido al anonimato parcial o total, ha creado un entorno fértil para la desinhibición emocional. Es decir, personas que en la vida real se mostrarían prudentes o incluso pasivas, se transforman en auténticos inquisidores cuando están tras una pantalla.
Sin embargo, reducir el fenómeno del hater al simple anonimato sería simplista. En realidad, el hater es producto de un ecosistema social, psicológico y cultural. Muchas veces, el odio que proyectan no tiene tanto que ver con el objeto de su crítica, sino con sus propias frustraciones. El hater puede ser alguien que se siente ignorado, inferior o excluido, y ve en la crítica destructiva una forma de obtener atención, poder o validación. Es el viejo principio freudiano de la proyección: descargar en otros lo que uno no soporta en sí mismo.
A esto se suma un componente tribal. En redes, los individuos se agrupan por afinidades ideológicas, estéticas o morales. Estas tribus digitales, aunque pueden generar pertenencia, también producen confrontación con quienes piensan distinto. En ese marco, el hater se convierte en un guerrero que ataca a quienes considera “enemigos del grupo”. Así, sus críticas dejan de ser racionales y pasan a ser viscerales, defendiendo no ideas sino identidades.
El haterismo también se alimenta del algoritmo, ese gran amplificador de emociones extremas. Las plataformas digitales priorizan el contenido que genera reacciones intensas: indignación, rabia, morbo. El hater, consciente o no, se convierte en un generador de tráfico, en una pieza útil para un sistema que premia la viralidad, no la profundidad.
Cabe señalar que no toda crítica es odio. Hay una crítica legítima, necesaria, que forma parte de cualquier sociedad sana. El problema del hater es que no quiere debatir: quiere humillar. No busca entender, sino aplastar. Su objetivo no es el diálogo, sino el desprestigio.
En definitiva, el hater no nace, se hace. Se construye en una cultura de inmediatez, frustración y polarización. Pero también nos interpela: ¿cómo respondemos a ellos? ¿Les damos poder reaccionando? ¿O construimos espacios donde la crítica tenga sentido y no sea rehén de la bilis?
Porque quizá el antídoto contra el hater no sea el silencio, ni la confrontación directa, sino algo más subversivo: el pensamiento crítico y la compasión por quienes aún no se han encontrado a sí mismos.
Sectas Chic
Entre las numerosas sectas que han surgido, están presentes y surgirán en un futuro hay unas pocas a las que podría denominarse como “Sectas Chic”. Son las que más destacan, las que mas se nombran y las que permanecen en el tiempo. Hagamos un breve repaso de ellas.
Sectas chic: el lado glamuroso del adoctrinamiento moderno
En una época en la que la estética y la imagen dominan buena parte de la vida social, incluso los movimientos más oscuros pueden disfrazarse de moda. Las llamadas “sectas chic” son un fenómeno creciente en el que grupos con dinámicas claramente sectarias adoptan una apariencia sofisticada, moderna y atractiva para captar adeptos. Bajo una fachada de bienestar, espiritualidad elevada, coaching, empoderamiento o incluso activismo, esconden estructuras jerárquicas, manipuladoras y, a menudo, peligrosas.
Estas sectas no se presentan con túnicas ni rituales esotéricos a primera vista. Más bien, se visten de yoga en estudios minimalistas, se expresan en términos de crecimiento personal, vibraciones positivas, detox espiritual, éxito financiero o conexión con “energías superiores”. Su lenguaje es amable, positivo y envolvente. Sus miembros suelen ser personas educadas, con buen gusto, activas en redes sociales y muchas veces referentes de estilo de vida. La captación no es por la fuerza ni con amenazas; es por atracción, por el deseo de pertenecer a algo exclusivo, elevado, especial.
El auge de las sectas chic está íntimamente ligado al vacío existencial contemporáneo. En sociedades altamente individualistas, con vínculos comunitarios debilitados y una sobreexposición a modelos de éxito superficial, muchas personas buscan sentido, guía o comunidad. Las sectas chic ofrecen respuestas simples a preguntas complejas: “libérate de tus bloqueos”, “alcanza tu máximo potencial”, “conecta con tu verdadero yo”. Y lo hacen envueltas en discursos pseudoespirituales, neuro-lingüísticos o energéticos, presentados con una estética cuidada y muchas veces respaldados por influencers o gurús carismáticos.
Un ejemplo paradigmático de esta tendencia lo encontramos en ciertos movimientos de coaching motivacional extremo, donde se mezcla la autoayuda con la presión psicológica, el aislamiento del entorno y una devoción ciega hacia un líder. También en algunos retiros espirituales de alto coste, donde se prometen revelaciones transformadoras a través de ayunos, sustancias enteógenas o dinámicas de grupo intensivas. Las consecuencias pueden ir desde la manipulación económica hasta daños psicológicos severos.
Lo más inquietante es que estas sectas no siempre se reconocen como tales. Se mimetizan con el ecosistema del bienestar, el emprendimiento o la espiritualidad posmoderna. No hay crucifijos ni biblias, pero sí manifiestos, métodos y mandamientos encubiertos. El adoctrinamiento no ocurre en sótanos oscuros, sino en espacios de diseño o Zooms brillantes. El control no es evidente, pero sí eficaz: miedo a salir del grupo, presión para pagar más, desprecio hacia quienes cuestionan al líder, e idealización constante del “camino” ofrecido.
En definitiva, las sectas chic son una versión contemporánea y estilizada del viejo fenómeno sectario. No por ser atractivas o modernas dejan de ser peligrosas. Su mayor amenaza radica en su sutileza: entran por el deseo de mejorar y se quedan por el miedo a perder lo que prometen. En un mundo sediento de sentido, lo chic puede ser la nueva máscara del control. Por eso, conviene mantener el ojo crítico, incluso (o sobre todo) cuando algo brilla demasiado.
28 años después
28 años después es la siguiente entrega de la saga basada en el acontecimiento ficticio en el que se desarrolla. 28 años transcurridos tras los sucesos de «28 semanas después», el virus de la ira ha regresado y un grupo de supervivientes debe sobrevivir en un mundo asolado por hordas de infectados. Como curiosidad la película ha sido realizada con un iPhone 15 Pro Max y con la ayuda de numerosos accesorios especializados.
Crítica de 28 Years Later
Treinta años después del impactante estreno de 28 Days Later (2002), Danny Boyle retoma el mando junto al guionista Alex Garland para entregarnos 28 Years Later, una película que, sin duda, busca redefinir y expandir el universo apocalíptico que revolucionó el género zombi. La cinta se estrena el 20 de junio de 2025, con un presupuesto cercano a los 60 M USD y ha ingresado casi $63 M en su primer fin de semana .
Desde sus primeros compases, la película establece una atmósfera más ritualista y emocional que visceral: seguimos a una comunidad aislada en una isla fortificada, donde un padre (Aaron Taylor‑Johnson), su hijo de 12 años Spike (Alfie Williams) y su madre enferma (Jodie Comer) sobreviven tratando de mitigar la amenaza del virus. La elección de centrar la historia en Spike permite una mirada inocente y conmovedora al apocalipsis, una vía sensible que contrasta con la brutalidad inherente al universo de los “infectados” . Williams destaca por su papel como protagonista emocional, siendo descrito como “el individuo indiscutible de la película” .
La película se desmarca visualmente: Boyle experimenta con cámaras iPhone 15 en secuencias para crear una sensación documental y febril, un tributo a los inicios digitales del género . Esta fusión de bellos paisajes decadentes y estética cruda es aplaudida por muchos críticos, quienes la califican como una obra “electrizante” y “estilísticamente atrevida” .
El elenco brilla con varias interpretaciones memorables. Jodie Comer entrega una actuación sólida como madre determinada, mientras Ralph Fiennes aporta complejidad como un médico enigmático . Sin embargo, la secuencia más perturbadora y emocionalmente desgarradora proviene de una traición personal: Spike presencia una infidelidad que fractura la imagen heroica de su padre, subrayando que, en este mundo, el verdadero monstruo también puede estar dentro de los vivos .
Igualmente, el filme introduce nuevas variantes de “infectados”, entre ellas los denominados “Alpha”, criaturas más inteligentes y siniestras, que aportan frescura al horror tradicional . Aunque algunos señalan que la mezcla de géneros –horror, fantasía, thriller psicológico– puede resultar incoherente o aventurada en exceso .
El punto más polémico llega en el final: aparece Sir Jimmy Crystal, figura basada en Jimmy Savile, un culto atemporal que evoca recuerdos selectivos y perversiones nacionales . Esta elección simbólica —calificada de audaz por algunos y controvertida por otros— plantea una reflexión sobre la nostalgia manipuladora y la memoria colectiva, pero ha generado debate sobre su pertinencia ética .
En última instancia, 28 Years Later es una secuela que apuesta por lo emocional, lo estético y el riesgo narrativo: una terapia postapocalíptica que explora traumas intergeneracionales, monstruos humanos y una evolución del virus que trasciende lo biológico. Es posible que no guste a quienes buscaban un retorno más clásico a la adrenalina zombie, pero quienes valoren una propuesta audaz, sensible y reflexiva hallarán aquí una experiencia cinematográfica potente.
Conclusión: 28 Years Later no solo revive la saga, sino que la hace mutar. Con su mirada a la inocencia perdida de una infancia en ruinas, su audaz uso visual y su valentía para subvertir expectativas, la película reafirma que Danny Boyle y Alex Garland siguen siendo voces influyentes del género. Una obra imperfecta, sí, pero llena de vigor, emoción y ambición.
El único amigo del demonio – Capítulo 17 – Audiolibro en Español – Voz real
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