No soy un Serial Killer
No soy un serial killer nos introduce a John Wayne Cleaver, un adolescente de 15 años que vive en Clayton, un pequeño pueblo estadounidense donde la vida transcurre con una monotonía casi asfixiante. Sin embargo, John no es un chico común: está obsesionado con los asesinos en serie, hasta el punto de conocer al detalle sus métodos, motivaciones y patrones. Esta fascinación no es casualidad; su nombre completo, compartido con el infame asesino John Wayne Gacy, parece ser una especie de presagio. Además, John trabaja junto a su madre y su tía en la funeraria familiar, un lugar que le permite estar cerca de la muerte de una manera que encuentra tanto perturbadora como reconfortante. Pero lo que hace a John verdaderamente único es su autodiagnóstico: cree que tiene todas las características de un sociópata en potencia, alguien que podría convertirse en un asesino en serie si no se controla.
Desde las primeras páginas, el lector se sumerge en la mente de John, un narrador en primera persona que describe su mundo con una mezcla de frialdad analítica y un humor oscuro que descoloca. Él mismo reconoce los rasgos que lo hacen peligroso: no siente empatía como los demás, disfruta imaginando actos violentos y tiene una fascinación casi clínica por la sangre y los cuerpos. Sin embargo, John no quiere convertirse en un monstruo. Para evitarlo, ha creado un conjunto estricto de reglas que rigen su vida: no mirar demasiado tiempo a las personas, evitar situaciones que despierten su ira, no acercarse a animales (por miedo a lastimarlos) y, sobre todo, reprimir cualquier impulso que lo acerque a la oscuridad que siente dentro de sí. Estas reglas son su escudo contra lo que él llama «el señor Monstruo», una parte de su psique que imagina como una entidad hambrienta y cruel que lucha por tomar el control.
La trama da un giro cuando un asesinato brutal sacude la tranquilidad de Clayton. Un hombre es encontrado muerto en un callejón, con el cuerpo destrozado y una extraña extracción de órganos que desconcierta a la policía. John, intrigado por el caso, comienza a investigarlo por su cuenta, utilizando sus vastos conocimientos sobre asesinos en serie para analizar las pistas. Para él, este crimen es un rompecabezas fascinante, pero también una prueba: mantener sus instintos bajo control mientras se acerca al asesino. Pronto, otro cuerpo aparece, y el patrón se hace evidente: hay un asesino en serie suelto en el pueblo, alguien que no solo mata, sino que parece recolectar partes específicas de sus víctimas.
A medida que John profundiza en su investigación, su vida personal se complica. Su relación con su madre es tensa; ella lo ama, pero teme su frialdad y sus obsesiones. También está su psicóloga, la doctora Neblin, quien intenta ayudarlo a procesar sus emociones, aunque John rara vez le dice toda la verdad. Además, conocemos a Brooke, una chica de su escuela por la que siente una atracción que lo confunde, ya que sus reglas le prohíben formar vínculos cercanos. Cada interacción con estos personajes revela más sobre la lucha interna de John: no solo trata de resolver el misterio del asesino, sino que también batalla consigo mismo para no cruzar la línea que lo separaría de la humanidad.
La narrativa alcanza un punto crítico cuando John descubre algo que cambia por completo su percepción del caso: el asesino no es un humano común. Sin entrar en detalles que arruinen la sorpresa, baste decir que el libro introduce un elemento sobrenatural que eleva la historia más allá del típico thriller psicológico. Este giro podría parecer fuera de lugar en una novela tan anclada en la mente de un protagonista realista, pero Dan Wells lo maneja con maestría, integrándolo de manera que complementa el conflicto central de John. El asesino, al que John comienza a seguir obsesivamente, no solo representa una amenaza externa, sino un reflejo de lo que él teme convertirse. Ambos son depredadores, pero mientras el asesino abraza su naturaleza, John lucha por rechazarla.
El clímax del libro ocurre cuando John decide confrontar al asesino, una decisión que lo obliga a romper varias de sus reglas. Este enfrentamiento no es solo físico, sino profundamente psicológico: para detener al asesino, John debe dejar salir al «señor Monstruo», arriesgándose a perderse a sí mismo en el proceso. La tensión narrativa se construye en torno a esta paradoja: ¿puede alguien como John hacer el bien sin sucumbir a sus peores instintos? Las escenas finales están llenas de emociones crudas y dilemas morales que dejan al lector cuestionándose quién es realmente el monstruo de la historia.
No soy un serial killer destaca por su protagonista complejo y poco convencional. John no es un héroe tradicional; es un antihéroe que inspira tanto empatía como incomodidad. Dan Wells logra que el lector se preocupe por él, incluso cuando sus pensamientos más oscuros salen a la luz. La prosa es directa y ágil, con un tono que oscila entre lo macabro y lo introspectivo, lo que hace que la historia sea accesible pero también profundamente inquietante. El autor también juega con las expectativas del lector: al principio, parece que estamos ante una novela sobre el origen de un villano, pero a medida que avanza, se convierte en una exploración de la redención y el autocontrol.
El libro no es perfecto. Algunos personajes secundarios, como la madre de John o Brooke, podrían haber sido más desarrollados, y el giro sobrenatural puede no agradar a quienes prefieren un enfoque más realista. Sin embargo, estos elementos no empañan la fuerza de la historia, que reside en la voz única de John y en la pregunta que plantea: ¿qué significa ser humano cuando tus instintos te empujan hacia lo inhumano?
En resumen, No soy un serial killer es una novela absorbente que combina el análisis psicológico de un joven sociópata con un misterio que evoluciona hacia lo inesperado. Es un retrato fascinante de la lucha entre el bien y el mal, tanto dentro de uno mismo como en el mundo exterior. Para los amantes del thriller y el terror con un toque de originalidad, este libro ofrece una experiencia que permanece en la mente mucho después de cerrar sus páginas. Con John Wayne Cleaver, Dan Wells crea un personaje memorable que no solo enfrenta a un asesino, sino que nos invita a mirar dentro de nosotros mismos y preguntarnos dónde trazamos la línea entre lo monstruoso y lo humano.