El apagón producido el pasado 28 de abril fue debido a causas reales cuando se combinan energías renovables con energías tradicionales como las centrales nucleares y las centrales de gas natural. Estas causas que no van a reconocer nuestros gobiernos de la Agenda 2030, las vamos a analizar en el programa. Hay solución, si, pero la solución sale cara y como es cara repercute en lo que finalmente al usuario le cuesta el suministro. Y es que para que no se produzca el apagón, la “orquesta” de energías combinadas ha de estar bien afinada.
Contenidos:
EL APAGÓN | 06×37
El Apagón: Por Qué la Combinación de Energías Renovables y Nucleares es la Solución para una Red Eléctrica Resiliente
La creciente preocupación por El Apagón, entendido como una interrupción prolongada del suministro eléctrico, ha llevado a expertos, gobiernos y ciudadanos a preguntarse cómo garantizar una red energética robusta. En un mundo cada vez más dependiente de la electricidad para todas las facetas de la vida moderna, desde la comunicación hasta la salud, prevenir un apagón masivo se ha convertido en una prioridad. En este contexto, surge una pregunta clave: ¿es conveniente combinar energías renovables con energía nuclear para fortalecer la red eléctrica?
El reto de la intermitencia en las renovables
Las energías renovables como la solar y la eólica han ganado terreno por su bajo impacto ambiental y su papel en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, presentan un gran inconveniente: su intermitencia. El sol no brilla de noche y el viento no siempre sopla, lo que puede generar picos de producción seguidos de caídas abruptas. Este comportamiento volátil puede comprometer la estabilidad de la red eléctrica y aumentar el riesgo de apagones si no se compensa adecuadamente.
Energía nuclear: firmeza y estabilidad
Aquí entra en juego la energía nuclear, una fuente que, aunque polémica, ofrece una producción constante y predecible de electricidad. Las centrales nucleares operan las 24 horas del día, independientemente del clima o la hora, lo que permite mantener una base sólida de energía disponible. Esta fiabilidad es esencial para cubrir la demanda mínima y evitar fluctuaciones críticas en la red que podrían derivar en un apagón.
Complementariedad estratégica
La clave no está en elegir entre renovables o nucleares, sino en integrarlas estratégicamente. Las renovables pueden aportar energía limpia y abundante durante los momentos de alta producción, mientras que la nuclear puede garantizar un suministro estable en horas valle o cuando las condiciones climáticas no permiten aprovechar al máximo la energía solar o eólica. Esta combinación puede actuar como un escudo frente a los apagones, mejorando la resiliencia del sistema eléctrico.
Además, al reducir la dependencia de fuentes fósiles —altamente contaminantes y sujetas a fluctuaciones geopolíticas—, esta mezcla energética favorece la seguridad energética nacional. También puede contribuir a una transición energética ordenada, evitando los errores de países que han cerrado precipitadamente sus centrales nucleares sin tener una infraestructura renovable suficientemente sólida.
El apagón como advertencia
Las amenazas de apagones no son meras teorías conspirativas o exageraciones mediáticas. Europa ha vivido episodios recientes que han puesto en jaque sus redes eléctricas, y la posibilidad de fallos sistémicos aumenta con el crecimiento de la demanda y la presión sobre las infraestructuras. No prepararse es un lujo que las sociedades modernas no pueden permitirse.
Conclusión
Ante el temor real de un gran apagón, la mezcla de energías renovables con energía nuclear se presenta como la opción más sensata y equilibrada. No se trata de renunciar al progreso ecológico ni de aferrarse al pasado, sino de diseñar un sistema energético inteligente que aproveche las virtudes de cada fuente. Solo así podremos construir una red eléctrica resiliente, estable y preparada para los desafíos del futuro. Porque si no se aborda con visión y estrategia, el apagón no será una posibilidad, sino una certeza.
¿Está nuestro sistema preparado para resistir el apagón?
Temas extraídos del programa de esta semana:
El misterio del aprendizaje
Hay algo en lo que nos paramos poco a pensar. ¿Cuál es el misterio del aprendizaje? ¿Qué mecanismos celulares y macrocelulares hacen que aprendamos? Leemos, experimentamos y vivimos en constante aprendizaje. ¿Cómo se produce dicho aprendizaje? Las neuronas son claves para que nuestro cerebro acumule información útil.
El papel de las neuronas en el aprendizaje: un viaje al núcleo del conocimiento
El aprendizaje, lejos de ser un acto meramente académico, es un proceso biológico profundamente complejo que tiene lugar en lo más íntimo de nuestro cerebro: en las neuronas. Estas células especializadas son las unidades funcionales básicas del sistema nervioso, y su actividad coordinada permite no solo percibir el mundo, sino también interpretarlo, adaptarnos a él y, sobre todo, transformarnos a través del conocimiento. Comprender cómo las neuronas participan en el aprendizaje no solo es fascinante desde el punto de vista científico, sino que también ofrece pistas sobre cómo optimizar nuestra manera de adquirir saberes.
El cerebro humano contiene aproximadamente 86.000 millones de neuronas. Estas células se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos y señales químicas a través de estructuras llamadas sinapsis. Cada neurona puede formar miles de conexiones sinápticas con otras, lo que crea una red dinámica y en constante cambio. Esta red es la base física del aprendizaje y la memoria.
Cuando aprendemos algo nuevo, lo que realmente está ocurriendo en nuestro cerebro es una modificación en la forma en que las neuronas se conectan entre sí. Este fenómeno se conoce como plasticidad sináptica. Las conexiones sinápticas pueden fortalecerse, debilitarse o incluso formarse de nuevo en respuesta a la experiencia. Es decir, el cerebro no es una estructura rígida, sino un órgano plástico, moldeable, que cambia literalmente con cada aprendizaje significativo.
Uno de los mecanismos más estudiados en este contexto es la potenciación a largo plazo (LTP, por sus siglas en inglés). Este proceso ocurre cuando una sinapsis se fortalece después de una estimulación repetida y eficiente. Cuanto más se activan dos neuronas en conjunto, más fuerte se hace su conexión. Esta idea se resume en una famosa frase del neurocientífico Donald Hebb: “Las neuronas que se activan juntas, se conectan juntas”. Esta regla hebbiana es uno de los principios fundamentales que explican cómo se consolidan los recuerdos y los aprendizajes duraderos.
El aprendizaje también implica la liberación de neurotransmisores, sustancias químicas que permiten la transmisión de señales entre neuronas. Entre ellos, la dopamina juega un papel central, sobre todo en el aprendizaje asociado a la recompensa. Cuando logramos comprender algo o resolvemos un problema, se libera dopamina, lo que genera una sensación placentera que refuerza la conducta y favorece la repetición del aprendizaje.
Además, factores como el sueño, el ejercicio físico, la nutrición y el estado emocional tienen un impacto directo en la eficacia de las conexiones neuronales. Por ejemplo, el estrés crónico puede liberar cortisol en exceso, una hormona que, en grandes cantidades, deteriora la plasticidad neuronal e interfiere con la formación de nuevos recuerdos.
En resumen, aprender no es solo una cuestión de voluntad o disciplina: es una danza bioquímica en la que miles de millones de neuronas participan activamente, reorganizándose y adaptándose. Cada nuevo concepto que comprendemos, cada habilidad que adquirimos, queda inscrita en olos circuitos neuronales de nuestro cerebro, cambiando para siempre la arquitectura íntima de nuestra mente. Así, el aprendizaje es tanto una experiencia mental como una revolución física dentro de nosotros. ¿No es acaso eso, en sí mismo, un misterio fascinante?
Falsa autoayuda
El mundo de los libros de autoayuda sigue aumentando día tras día. Y es que aquellos libros antiguos que nos ayudaban, libros sobre religión, la propia Biblia, o filosofía parece que han quedado anticuados o son denostados. Mucha gente hace su libro dándotelo como solución a todos los problemas, de diferentes tipos, dándote las directrices necesarias para el éxito, pero… ¿Cuántos de sus autores han tenido un éxito real más allá de la venta de su propio libro? Al final la estampa de “yo he venido aquí a hablar de mi libro” es lo que realmente ayuda, sólo al autor.
La falsa autoayuda: el espejismo que se vende en los libros de superación personal
Vivimos en una época marcada por la obsesión con el rendimiento, la felicidad instantánea y la búsqueda desesperada de sentido. En este contexto, la industria de la autoayuda ha proliferado como una plaga disfrazada de salvación. Las estanterías están repletas de libros que prometen transformar tu vida en 10 pasos, hacerte millonario antes de los 30 o enseñarte a atraer “vibraciones positivas” simplemente con visualizar lo que deseas. Pero, ¿cuánta verdad hay en estas fórmulas mágicas? ¿Realmente nos ayudan, o estamos siendo víctimas de una industria que explota nuestras inseguridades?
La autoayuda, en su esencia más pura, no es mala. La necesidad de entenderse a uno mismo, de superar obstáculos internos o de mejorar aspectos personales es legítima y profundamente humana. Sin embargo, lo que se ha comercializado como “autoayuda” en la mayoría de los libros contemporáneos es otra cosa: un producto de consumo que vende promesas vacías y soluciones simplistas a problemas complejos.
Uno de los principales errores de estos libros es la generalización extrema. Se parte del supuesto de que todos somos iguales, que lo que funcionó para un autor millonario o un gurú espiritual funcionará igual para ti, sin tener en cuenta tu contexto, tu historia, tus circunstancias o tu entorno socioeconómico. Frases como “si lo sueñas, lo puedes lograr” o “el universo conspira a tu favor” pueden sonar inspiradoras, pero en la práctica son más un placebo emocional que una herramienta real de transformación.
Otro de los pilares de esta falsa autoayuda es la culpabilización del individuo. Si no tienes éxito, si estás deprimido o si no logras tus metas, no es por el sistema, por la precariedad, por tu salud mental o por las injusticias estructurales: es porque “no lo estás intentando lo suficiente” o “tienes una mentalidad negativa”. Este discurso, lejos de empoderar, hunde aún más a las personas, haciéndolas sentir responsables de fracasos que muchas veces están fuera de su control.
Además, muchos de estos libros caen en la espiritualidad de escaparate, mezclando pseudociencia, física cuántica mal entendida y conceptos espirituales descontextualizados que no buscan despertar la conciencia, sino adornar una narrativa de consumo emocional. Se promete iluminación sin esfuerzo, sabiduría sin profundidad, éxito sin proceso.
Lo más alarmante es que este tipo de contenido genera adicción emocional. Como no hay resultados reales, el lector siente que necesita otro libro, otra técnica, otro curso… y así, en lugar de ayudar, estos productos alimentan una eterna sensación de carencia.
La verdadera autoayuda no te promete milagros ni atajos. Es dura, a veces dolorosa, siempre lenta. Implica enfrentarse a uno mismo, asumir responsabilidades reales, trabajar en silencio, fallar, levantarse y volver a empezar. No se encuentra en frases de taza ni en libros de aeropuerto, sino en el compromiso diario con tu propio proceso, en la capacidad de pensar críticamente y en la humildad de saber que no todo tiene solución inmediata.
¿Autoayuda? Sí, pero no cualquiera. Porque no todo lo que brilla en la portada de un bestseller te salvará del vacío que habita dentro.
La relación entre Hitler y Mussolini
Hitler y Mussolini representaron una fuerte alianza antes y durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo era su relación? ¿Por qué se dio esa alianza? ¿Había rivalidad? Pues si, dicha alianza no fue un camino de rosas, tenían mucha rivalidad, sobre todo debido a la envidia que ambos se tenían.
La envidia entre Hitler y Mussolini: rivalidad, admiración y celos en tiempos de guerra
Aunque la historia suele recordar a Adolf Hitler y Benito Mussolini como aliados ideológicos y militares durante la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que su relación estuvo marcada por una profunda ambivalencia: una mezcla de admiración, desconfianza y, en muchos momentos, envidia. Ambos dictadores compartían el gusto por la propaganda, el autoritarismo y el culto al líder, pero también competían silenciosamente por el protagonismo dentro del eje del fascismo europeo. Detrás de las apariencias diplomáticas y los saludos públicos, se escondía una lucha de egos que rozaba lo patológico.
Cuando Hitler empezó a destacar en la política alemana a comienzos de los años 30, Mussolini ya llevaba más de una década en el poder. El Duce había ascendido en 1922 y era visto como el pionero del fascismo. De hecho, en sus primeros años, Hitler lo admiraba profundamente. Lo veía como un modelo a seguir, y en Mein Kampf incluso se refiere a Mussolini como una figura ejemplar. Sin embargo, esta admiración no era completamente correspondida. Mussolini, desde su pedestal de experiencia, consideraba a Hitler un imitador ruidoso, un extremista de provincias con un estilo burdo, excesivamente racista incluso para sus propios estándares, y un talento limitado en cuestiones de Estado.
Pero la dinámica entre ambos empezó a cambiar tras el ascenso de Hitler al poder en 1933. En pocos años, el líder nazi transformó Alemania en una potencia temida y admirada. Su aparato propagandístico, su capacidad de movilización social, su política de rearme y su rapidez en la expansión territorial hicieron que Mussolini comenzara a sentirse eclipsado. Italia, que había sido la cuna del fascismo, quedaba ahora relegada a un papel secundario. Hitler se convirtió en la estrella del autoritarismo europeo, y eso hirió el orgullo del Duce.
La envidia de Mussolini hacia Hitler se evidenció en múltiples ocasiones. El italiano intentó imitar la política expansionista del Führer, emprendiendo campañas militares en África y en los Balcanes que resultaron desastrosas. Su afán por demostrar poder terminó debilitando a su régimen. Por su parte, Hitler, aunque en apariencia mantenía una relación de cordialidad, se burlaba en privado de Mussolini, a quien consideraba inestable y torpe en el manejo militar. Lo utilizaba como un peón útil, pero no lo respetaba como un igual.
A pesar de su alianza en el Eje Roma-Berlín, la relación nunca fue de confianza mutua. Hitler tomó decisiones clave —como la invasión de Polonia o la ofensiva contra la URSS— sin consultar a Mussolini. Incluso cuando el Duce fue depuesto en 1943, Hitler lo rescató más por cálculo estratégico que por lealtad sincera. Lo colocó como títere de la República Social Italiana, sabiendo que su poder real había desaparecido.
En resumen, la relación entre Hitler y Mussolini estuvo marcada por una envidia latente que se disfrazó de alianza. Cada uno deseaba lo que el otro representaba: Hitler anhelaba la legitimidad histórica de Mussolini, y el Duce envidiaba el poder efectivo y la fama internacional del Führer. Como suele suceder entre dictadores, no fue la ideología lo que los separó, sino la vanidad.
El único amigo del demonio – Capítulo 9
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