¿Quién no recuerda esa película en la que un millonario ofrecía 1 millón de dólares por pasar 24 horas con la esposa de la pareja protagonista? Todo se vende ¿Todo se compra?
Fue muy vista, y hubo un tiempo en que era la conversación estrella de las reuniones de amigos, por aquel entonces no existían las redes sociales, por lo que de existir, seguramente hubiera sido «trending topic» durante mucho tiempo.
Era por entonces gracioso ver como se negaba la mayor, aunque en el fondo acabábamos con la creencia íntima de que, aunque en la película acabara mal, ya que de todos es conocido el alto grado de moral judeocristiana que tienen muchas películas americanas, a mas de 10 seguro que no les hubiera quedado remordimiento alguno de conciencia al embolsarse tamaña cantidad de dinero.
Todo se vende, ¿todo se compra?
Y es que poderoso caballero es Don Dinero. Tanto es así que no hace mucho tiempo no tuve mas remedio que reirme a carcajada limpia, claro está para mis adentros, de un emprendedor que afirmaba con rotundidad entrar en los medidores de influencia de internet para saber si un candidato era o no influyente. Y la risa no era por desacreditar el medidor o medidores en sí mismos, sino porque uno es perro viejo y sabe que esos medidores han ido variando con el tiempo, para intentar ajustarse a la realidad, pero es que además, por mucho que quieran afinar, todo se compra.
Basta con que se investigue sin mucho esfuerzo en Google para encontrar «sites» donde se ofrecen no solamente seguidores en las diferentes redes sociales, sino que también te venden paquetes del tipo «retweet«, «me gusta«, «fans«, y muchos mas… Además, estos paquetes no suelen ser demasiado caros, por lo que cualquiera que esté construyendo un «Branding personal«, sobre todo si lo que pretende es demostrar influencia para su futuro negocio, puede hacerlo con una mínima inversión.
Entonces, ¿Si todo se puede comprar, de qué nos sirven los medidores? Evidentemente, de nada, salvo que conozcamos bien a la persona o marca y nos fiemos de su credibilidad a través de su trabajo y no de su estrategia de marketing que, no afirmo que lo sea, pero la publicidad ya sabemos que no siempre es lo que se publicista.
Todos hemos podido observar, sobre todo si tenemos realmente experiencia, y no nos dejamos llevar por lo que nos venden los supuestos «expertos» surgidos hace poco, que hace algunos años los sitios de influencia eran encabezados mas o menos por las mismas personas o los mismos blogs, y a poco que observáramos la trayectoria, podíamos ver como, en principio, eran un grupo de amigos-conocidos que se votaban entre ellos. Luego se asociaron, porque la unión hace la fuerza, y crearon macrositios de blogs asociados, por ejemplo, hasta que el impacto de las redes sociales tomó fuerza, y entonces todo se revolucionó, y si en principio el «momento ¡guauuuuuu!» era ver que alguien tenía 50.000 seguidores (siempre que no fuera un cantante o un farándula), luego la cosa fue cambiando no sólo dejándose llevar por el número, sino por la «influencia» como los «retweet» o los «me gusta» y otros en los que no voy a profundizar… Pero claro, con esta rápida evolución, también surgen los negocios y, lo mismo que se lanzan portales que analizan, por ejemplo, las webs de los diferentes seguros de automóviles, surgen sitios en los que, si el usuario lo desea, puede comprar paquetes de 100, 1.000, 10.000 retweet, me gusta, etc.
Así pues, ¿de qué nos vale el posicionamiento, la influencia, el número de seguidores, etc. si todo se puede comprar? Al final, debe ser cada uno, íntimamente, quien deba elegir lo que le gusta o no realmente de cada cual, y dependerá de su propio criterio, influenciado o no, su elección. A fin de cuentas, no se ha inventado nada, todo es publicidad. Todo se vende, todo se compra.
.