Cae la lluvia sin ti, porque te has ido.
Como un millón de grises alfileres,
una aglomeración de atardeceres
y un corazón de soledad, podrido.
Está todo lo turbio ennegrecido,
tienen la forma igual todos los seres,
hay una opacidad en la que eres
llama sin luz, palabra sin sonido.
Repiquetean las gotas como dedos
que llaman al cristal de mi ventana,
primero airados, y a la postre quedos.
Quizás mientras te evoco, taciturno,
me ha rozado tu sombra, muy cercana
en este acuoso y fantasmal nocturno.
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