El último
«Por mi propia cuenta, nunca he tenido un pensamiento que no pudiese trasladar en palabras, con aún más distinción que como lo había concebido. Sin embargo hay una clase de idea de exquisita delicadez que no son pensamientos, y para los cuales me ha sido imposible adaptarlos al lenguaje. Estas ideas emergen del alma, pero raramente, sólo en épocas de intensa tranquilidad, cuando la salud física y mental son perfectas, y es en aquellos instantes en el tiempo cuando los confines del mundo despierto se mezclan con el mundo de los sueños. Y así que capturé esta idea, donde todo lo que vemos o es visto, es sólo un sueño, dentro de un sueño«. Orson Welles, para “Tales of Mystery and Imagination” de Alan Parson’s Proyect (1976)
Tronó un relámpago y no pude menos que recordarla a ella, apareció entre las sombras irradiando luz. No entendía de dónde salía la luz, pero transmitía tranquilidad alrededor de aquel infierno en el que se había convertido la ciudad.
El último. La gran tormenta había pasado ya, pero seguían iluminando el cielo relámpagos y truenos. La ciudad era todo oscuridad, salvo en aquellos lugares en los que se produjeron incendios, que afortunadamente eran sofocados por el agua que bajaba de las montañas, y que debido a la tormenta, desbordaban hacía una hora el río e inundaba poco a poco, a cámara lenta, el resto del valle en el que se localizaba la ciudad.
El último. Alargó su brazo y atrajo para sí a la chica, que flotaba en el agua en aquél remanso irradiando luz. Al levantarla pudo darse cuenta que llevaba una linterna, de esas que se pueden sumergir, entre sus pechos, eso, la había salvado. Probablemente había tomado la linterna de su casa, para poder ver; aunque en este caso había servido para ser vista. No le costó demasiado introducirla en la balsa que encontró casualmente hacía unos minutos en medio de aquel caos. Le tomó el pulso, y aún latía, y aunque nunca había hecho una respiración boca a boca, la había visto en numerosas películas y en algún manual de primeros auxilios, así que le tapó la nariz, le abrió la boca e intentó insuflar aire, pero notó que no entraba el aire.
El último. Recordó casi instintivamente que antes debía introducir sus dedos para notar si la lengua tapaba la traquea, así era, así que corrigió la posición de la misma, y volvió a intentarlo. Ahora si notaba que el pecho de la chica se movía al insuflar aunque no reaccionaba. Repitió la maniobra hasta que a la tercera ella tosió y expulsó el agua que se le había introducido en los pulmones.
El último. Curiosamente, la escena fue mas traumática que en las películas, donde la persona salvada tras expulsar el agua está totalmente bien, se gira y con una sonrisa agradece el gesto. Fue mas bien todo lo contrario. Sus ojos se enrojecieron, no paraba de toser y escupir y el manoteo de la chica le hizo apartarse porque los golpes eran realmente dolorosos. Se le había pasado por la cabeza, en medio de aquel caos, que ella se habría girado y besado en agradecimiento por haberla salvado. No sabía como su mente podía darle esas ideas, en medio de aquel caos, pero quizás el notar aquellos labios, carnosos y de sabor dulce, aunque fríos, le traicionó. Pero no estaba viviendo ninguna película, sino una experiencia real, y por tanto las cosas son como son.
El último. Tras unos minutos ella recuperó la calma. Tras las presentaciones, se ayudó de la linterna de la chica para mirar en la balsa, a ver que era los bultos que en la oscuridad había notado. Había dos sacos impermeables, y como ya no llovía, se dispuso a abrirlos para inspeccionarlos, desatándolos antes de un sistema de seguridad que llevaban, probablemente para que no se salieran de la balsa. En uno de los sacos había ropa seca y un par de mantas, en el otro, víveres de supervivencia. Quizás los dueños de la balsa lo habían preparado, pero de alguna manera no habrían podido usarla, pensó… Así que decidieron cambiarse de ropa. Ella le pidió que apagase la linterna y no mirara. Aún era noche cerrada, así que, viendo que el lugar era seguro, decidieron dormir por turnos…
El último. Así fue como la conoció, así fue como se enamoró, y ahora, en los que serían probablemente sus últimos días, no podía menos que recordarla, una y otra vez, aunque ya no hubiera nada que mereciera la pena recordar, pues el mundo ya no era mundo, y él era el último de su especie en existir.
«Sombras de sombras que pasan. Estamos en 2031 y como siempre, estoy absorto con un pensamiento delicado. Sobre cómo la poesía tiene sensaciones indefinidas, para cuyo fin la música es esencial. Como el entendimiento del dulce sonido es nuestro concepto más indefinido, La música, cuando se combina con una idea placentera, es poesía. La música sin una idea, es solamente música. Sin la música, o una idea seductora, el color se palidece, el hombre se vuelve en cadáver, el hogar en catacumba y los muertos están casi siempre inmóviles«. Orson Welles, para “Tales of Mystery and Imagination” de Alan Parson’s Proyect (1976).
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