El adoctrinamiento fallido es algo que estamos presenciando en diferentes parcelas de nuestra vida. Desde la política, el poder y los “lobies”, intentan dirigir nuestras vidas, lo que debemos o no hacer y hasta que no debemos pensar o en cualquier caso lo que debemos pensar. Nos saturan tanto que incluso quienes no quieren invertir en el esfuerzo de pensar acaban pensando y hartándose de tanto adoctrinamiento, revelándose contra esos que les quieren adoctrinar.
Contenidos:
ADOCTRINAMIENTO FALLIDO | 06×32
Adoctrinamiento fallido: Cuando las ideas impuestas no arraigan
El adoctrinamiento, entendido como el proceso de inculcar ideas, creencias o valores de manera sistemática y, a menudo, unilateral, ha sido una herramienta utilizada a lo largo de la historia por gobiernos, instituciones religiosas, sistemas educativos y grupos sociales. Su objetivo suele ser moldear la mente de las personas, especialmente de las generaciones más jóvenes, para garantizar la perpetuación de una ideología o estructura de poder. Sin embargo, no siempre funciona. El «adoctrinamiento fallido» ocurre cuando los intentos de imponer un pensamiento único chocan con la resistencia humana, el acceso a información diversa o el simple rechazo visceral a ser controlado.
Uno de los ejemplos más claros de adoctrinamiento fallido se observa en los regímenes totalitarios que, a pesar de sus esfuerzos por controlar la narrativa mediante propaganda masiva, no logran erradicar el pensamiento crítico por completo. En la Unión Soviética, por ejemplo, el Partido Comunista invirtió enormes recursos en educar a la población bajo los principios del marxismo-leninismo. Escuelas, medios de comunicación y arte fueron herramientas clave para este propósito.
Sin embargo, la disidencia persistió. Intelectuales, artistas y ciudadanos comunes encontraron formas de cuestionar el sistema, ya fuera a través de samizdat (publicaciones clandestinas) o de un escepticismo silencioso transmitido de generación en generación. El colapso del bloque soviético en 1991 demostró que el adoctrinamiento, por más intenso que fuera, no pudo sofocar del todo la diversidad de pensamiento.
En la era moderna, el adoctrinamiento fallido también se manifiesta en el ámbito digital. Las redes sociales y el acceso a internet han roto el monopolio de la información que alguna vez tuvieron los gobiernos o las élites culturales. Por ejemplo, campañas de propaganda política que buscan polarizar o unificar a la población bajo una sola bandera ideológica a menudo se topan con una avalancha de contraargumentos, memes y críticas en plataformas como X. Lo que podría haber sido un mensaje unidireccional en el pasado ahora es diseccionado, ridiculizado o reinterpretado por usuarios de todo el mundo. Este fenómeno demuestra que, en un entorno donde la información fluye libremente, el adoctrinamiento puro es cada vez más difícil de sostener.
Otro factor clave en el fracaso del adoctrinamiento es la naturaleza humana misma. Las personas no son recipientes pasivos; tienen curiosidad, emociones y experiencias que moldean su visión del mundo. Un niño educado en un sistema rígido puede rebelarse al descubrir que lo que le enseñaron no coincide con la realidad que observa. Por ejemplo, en contextos religiosos estrictos, muchos individuos abandonan las doctrinas impuestas al enfrentarse a dilemas éticos personales o al conocer perspectivas alternativas. Este rechazo no siempre es ruidoso; a veces se trata de un descreimiento silencioso que erosiona la eficacia del mensaje original.
El adoctrinamiento fallido no implica que las ideas impuestas desaparezcan por completo, sino que su dominio se debilita. En un mundo interconectado y plural, la imposición unilateral choca con la capacidad humana de dudar, investigar y resistir. Quizás el mayor fracaso del adoctrinamiento no sea su incapacidad de convencer a todos, sino su subestimación de la resiliencia del espíritu crítico. En última instancia, la mente humana, con todas sus imperfecciones, sigue siendo un terreno difícil de conquistar.
Temas extraídos del episodio de esta semana:
Tribus urbanas del Siglo XXI
El fenómeno de las tribus urbanas, tan importante en los años 80 y 90 del Siglo XX, parece que se ha diluido en el Siglo XXI. ¿Es así realmente o sólo lo parece? La verdad es que Internet ha propiciado que el sentido de “asociación” que movía a formar parte de una tribu urbana, parece que se ha convertido en un destacar individual, en ser una marca, no en pertenecer a una tribu urbana sino a convertirse en un individualismo de marca persona.
Tribus urbanas del Siglo XXI
Las tribus urbanas, un fenómeno sociocultural que emergió con fuerza en el siglo XX, han evolucionado notablemente en el siglo XXI, adaptándose a los cambios tecnológicos, sociales y económicos de la era moderna. Estas subculturas, definidas por estilos de vida, valores, estética y gustos compartidos, ya no se limitan a espacios físicos como barrios o plazas, sino que han encontrado un nuevo hogar en el vasto universo digital. En esta entrada exploraremos cómo las tribus urbanas han mutado en el siglo XXI, sus características principales y algunos ejemplos representativos.
En el pasado, las tribus urbanas como los punks, góticos o hippies se identificaban por su ropa, música y actitudes rebeldes frente a la sociedad. Hoy, aunque la estética sigue siendo clave, la identidad de estas comunidades se ha diversificado gracias a la globalización y las redes sociales. Plataformas como Instagram, TikTok y Discord han permitido que individuos de distintos rincones del mundo se conecten por intereses comunes, formando tribus que trascienden fronteras geográficas. Este cambio ha dado lugar a subculturas más fluidas, donde los miembros pueden pertenecer a varias tribus simultáneamente, algo impensable en épocas anteriores.
Una de las tribus más visibles del siglo XXI es la de los «e-boys» y «e-girls». Surgidos en la era de internet, estos jóvenes adoptan una estética inspirada en el anime, los videojuegos y la cultura emo, combinada con un toque irónico. Su presencia en TikTok, donde exhiben maquillaje oscuro, ropa oversize y peinados extravagantes, los ha convertido en un símbolo de la Generación Z. A diferencia de las tribus clásicas, su identidad no se basa tanto en la protesta, sino en la autoexpresión y la creación de contenido viral.
Otro ejemplo destacado son los «hypebeasts», obsesionados con la moda urbana y las marcas de lujo como Supreme, Off-White o Nike. Esta tribu, alimentada por la cultura del «hype» (expectación), invierte grandes sumas en zapatillas edición limitada y ropa streetwear. Su comunidad se organiza en foros online y eventos como lanzamientos de productos, donde la exclusividad es el valor supremo. Aunque pueden parecer superficiales, los hypebeasts reflejan cómo el consumismo y la identidad personal se entrelazan en la sociedad contemporánea.
Las tribus urbanas del siglo XXI también incluyen movimientos más introspectivos, como los «cottagecore». Este grupo abraza una estética rural idealizada, con vestidos florales, pan casero y una vida sencilla, como respuesta al caos de la modernidad. Popularizado en Tumblr y Pinterest, el cottagecore no solo es una moda, sino una filosofía que busca reconectar con la naturaleza y rechazar el ritmo acelerado de las ciudades.
La tecnología, sin duda, ha redefinido estas subculturas. Las tribus ya no necesitan un punto de encuentro físico; basta con un hashtag o un servidor de Discord para unir a sus miembros. Sin embargo, esta digitalización también plantea retos: la autenticidad puede diluirse en la superficialidad de las redes, y la presión por encajar a veces supera la libertad de expresión que estas tribus originalmente defendían.
En conclusión, las tribus urbanas del siglo XXI son un reflejo de una sociedad hiperconectada y diversa. Aunque conservan la esencia de diferenciarse del mainstream, han adoptado nuevas formas de existir, influenciadas por la tecnología y la cultura global. Desde los e-boys hasta los cottagecore, estas comunidades demuestran que la necesidad de pertenencia y autoafirmación sigue siendo una fuerza poderosa en la humanidad, adaptada a los tiempos que corren.
La chica de la aguja
Dagmar Overbye fue una asesina en serie danesa a quien se le atribuye el asesinato de 9 a 25 niños, incluido el suyo propio, entre los años 1913 y 1920. Su objetivo era principalmente pecuniario, lo cual no quita de su brutalidad en el modus operandi de sus fechorías. El 3 de marzo de 1921 fue sentenciada a la pena de muerte, conmuntada posteriormente por cadena perpetua, en uno de los juicios más importantes de la historia de Dinamarca. Este juicio supuso un cambio en la legislación danesa en lo referente a las cuidadoras de niños.
Dagmar Johanne Amalie Overbye, conocida como una de las asesinas en serie más infames de Dinamarca, dejó una huella imborrable en la historia criminal del país. Nacida el 23 de abril de 1887 en una familia humilde de Aarhus, su vida estuvo marcada por una infancia problemática y un camino que la llevó a cometer actos atroces entre 1913 y 1920. Overbye, quien llegó a ser apodada «la granjera asesina» o «la asesina de niños», mató a entre 9 y 25 menores, incluyendo a uno de sus propios hijos, aprovechándose de su rol como niñera profesional para perpetrar sus crímenes.
Desde joven, Dagmar mostró un carácter impulsivo y rebelde. A los 12 años escapó de casa, enfrentándose a problemas con la ley por pequeños robos. Aunque regresó con su familia tras algunos años, su vida adulta estuvo llena de relaciones inestables y tragedias. Tuvo varios hijos, pero la mayoría murieron en circunstancias misteriosas, y al menos uno de ellos, un niño llamado Paúl, fue asesinado por sus propias manos tras decidir que no quería criarlo. Esta oscuridad en su interior encontró un terreno fértil cuando se mudó a Copenhague y comenzó a trabajar cuidando bebés de madres solteras o de relaciones extramatrimoniales, un grupo vulnerable en la sociedad danesa de principios del siglo XX.
El modus operandi de Overbye era tan cruel como calculado. Se presentaba como una salvadora, ofreciendo hacerse cargo de los niños no deseados a cambio de una suma de dinero, con la promesa de encontrarles un hogar mejor. Sin embargo, una vez que las madres se alejaban, ella estrangulaba, ahogaba o quemaba vivos a los bebés en su estufa de mampostería. Los cuerpos eran incinerados o escondidos en el desván de su apartamento.
Este macabro negocio continuó durante años hasta que, en 1920, una madre llamada Karoline Aagesen cambió el curso de los acontecimientos. Tras entregarle a su hija y arrepentirse al día siguiente, Karoline exigió la devolución de la niña. Las evasivas de Dagmar levantaron sospechas, y la policía, al registrar su hogar, halló restos de bebés entre las cenizas, lo que llevó a su arresto.
En 1921, Dagmar fue juzgada en uno de los procesos más sonados de Dinamarca. Aunque confesó haber matado a 16 niños, solo se probaron 9 asesinatos por falta de evidencia concluyente. Su abogado intentó defenderla alegando que había sufrido abusos en la infancia, pero el juez no se dejó persuadir. Condenada inicialmente a muerte, su sentencia fue conmutada a cadena perpetua, una decisión poco común para una mujer en esa época. Overbye murió en prisión el 6 de mayo de 1929, a los 42 años.
El caso de Dagmar Overbye no solo horrorizó a la sociedad danesa, sino que también impulsó cambios legales significativos, como la Ley de Supervisión de Hijos Adoptivos de 1923, destinada a proteger a los menores vulnerables. Su historia sigue resonando en el folclore danés, inspirando obras como la novela Englemagersken de Karen Søndergaard Jensen y la película La chica de la aguja de Magnus von Horn, recordándonos los abismos de la naturaleza humana y la fragilidad de los más indefensos.
La Sagrada Familia
La Sagrada Familia es una catedral ubicada en Barcelona de fama mundial. Esta obra de Gaudí rematada por otros arquitectos, como no podría ser menos, está llena de simbolismos. Una de sus fachadas, la de la pasión, alberga un “cuadrado mágico” con números tales que, cuando sumamos cualquiera de sus filas, columnas o diagonales, el resultado es siempre 33. Una cifra que, como ya habrá pensado, no ha sido elegida por casualidad: el número 33 tiene un fuerte simbolismo en la tradición cristiana, ya que se asocia con la edad de Jesús de Nazaret en el momento de su crucifixión. Curiosamente este cuadrado no estaba en el diseño original de la catedral.
El Cuadrado Mágico de la Fachada de la Pasión en la Sagrada Familia
La Sagrada Familia, la obra maestra inacabada de Antoni Gaudí, es un templo repleto de simbolismo y detalles enigmáticos que han fascinado a generaciones. Uno de los elementos más intrigantes de esta basílica es el cuadrado mágico que se encuentra en la Fachada de la Pasión. Esta peculiar matriz numérica es mucho más que un simple adorno: es un enigma matemático con profundas implicaciones simbólicas y religiosas.
¿Qué es un cuadrado mágico?
Un cuadrado mágico es una disposición de números en una cuadrícula cuadrada en la que la suma de los números en cada fila, columna y diagonal es siempre la misma. Este tipo de estructuras matemáticas han sido utilizadas a lo largo de la historia en diferentes culturas, desde la China antigua hasta el Renacimiento europeo, como símbolos de orden cósmico y perfección.
Características del cuadrado mágico de la Sagrada Familia
El cuadrado mágico de la Fachada de la Pasión se encuentra esculpido en piedra en una de las puertas del templo y fue diseñado por el escultor Josep Maria Subirachs, quien se encargó de completar la ornamentación de esta fachada siguiendo los conceptos originales de Gaudí.
Se trata de un cuadrado de 4×4, en el que los números oscilan entre el 1 y el 15, con algunas repeticiones. Su característica más llamativa es que la suma de los números en cada fila, columna y diagonal da siempre 33, un número de gran importancia en la tradición cristiana, pues representa la edad de Jesucristo al momento de su crucifixión.
A diferencia de otros cuadrados mágicos tradicionales, este no sigue las reglas estrictas de un cuadrado mágico clásico, donde cada número es único dentro de la cuadrícula. En este caso, algunos valores se repiten para garantizar que la suma sea 33, lo que indica que el propósito del diseño era más simbólico que estrictamente matemático.
Simbolismo y significado
El cuadrado mágico de la Sagrada Familia encierra múltiples significados. Además de la referencia directa a la edad de Cristo, también puede interpretarse como un símbolo del equilibrio y la armonía en la creación. La numerología ha sido utilizada históricamente en la arquitectura sagrada para transmitir mensajes ocultos, y la elección de Subirachs refuerza la idea de que la Sagrada Familia no es solo un templo, sino también una obra llena de misterio y significado profundo.
Este cuadrado también se inscribe en la tradición de los cuadrados mágicos renacentistas, como el famoso cuadrado de Durero, que aparece en su grabado «Melancolía I». Sin embargo, la versión de la Sagrada Familia es única en su adaptación al contexto religioso y en su propósito de enfatizar un número específico en lugar de cumplir estrictamente con la estructura tradicional de los cuadrados mágicos.
Conclusión
El cuadrado mágico de la Fachada de la Pasión es un detalle más dentro de la inmensa riqueza simbólica de la Sagrada Familia. Aunque a simple vista pueda parecer un simple juego matemático, en realidad es un elemento cargado de significado que refuerza el mensaje religioso de la basílica. Este enigma numérico, junto con el resto de la iconografía del templo, convierte a la Sagrada Familia en una obra maestra que sigue sorprendiendo y fascinando a quienes la visitan.
El único amigo del demonio – Capítulo 4
El único amigo del demonio – Capítulo 4 – Audiolibro en Español – Voz real.
El único amigo del demonio – Capítulo 4
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