No se si éramos muchos los que lo sabíamos, pero él si era consciente de que otra vida le esperaba pronto. El decidía dónde llegaba su amistad y donde su vida privada. Fue discreto e inteligente, y sin hablar del tema dejaba entrever su final, sin esperar nada, resignado, aunque siempre luchando, pero sobre todo respetando. A cada uno de sus amigos le dió su tiempo y su espacio, y nunca una opinión influyó, se formaba su opinión de su propia experiencia. Lo que nunca hizo: Perder su humor y su sana ironía. A pesar de estar mal, siempre tenía una palabra de ánimo para los demás y para provocar la sonrisa sincera.
Para ti, Victor, descansa en paz.
El día que yo muera
no quiero lazos de flores,
ni dolores prefabricados
entre pañuelos que absorben…
No quiero lamentos farsantes
de manos y pies descalzos,
ni lagrimillas baratas
compradas en un teatro…
Que se rompan los cantos que arrullen
al sonido de… ¡Cuan bueno era!
No quiero que nadie sufra
y mucho menos que mienta…
Para el día de mi muerte
no necesito jarrones de adorno,
que arropen la loza fría
mientras me pudro en lo hondo…
Ni quiero que nadie diga…
¡Cuánto lo siento, de veras!
Si no me abrigan en vida
para qué quiero que me quieran…
El día que yo muera
saldrá el sol con más brillo
porque mi alma desnuda
descansará con alivio,
la lluvia será transparente
como las manos de un niño…
Porque me iré sin rencores
sin haber causado daño,
porque nací para darme
y no para un contrato…
El día en que por fin descanse
de todo lo frío y negro,
nacerán miles de estrellas
para reinar en el cielo…
Poema de Mariaeimil
Un Abrazo, estés donde estés.
.