No sé si el cielo existe, pero en Cadenas en el cielo, de existir, sería un reflejo de lo que puede llegar a ser el amor.
He hablado de amor muchas veces, y si eres oyente habitual, quizás tengas la conclusión de que casi prefiero el sexo, el deseo, la lujuria antes que el amor.
Eso no sería muy racional, a pesar de nuestro lado animal. Si bien es cierto que, apuesto por disfrutar de la parte animal del ser humano, no es menos cierto que si además hay amor, es algo inconmensurable, eso sí, siempre que sea igual por ambas partes, pues la persona enamorada muere de desesperación cuando se aferra a quien no lo está de él ó ella pero aun así continúa.
Al detalle cadenas en el cielo
Esto se ve aún más marcado en el maltrato. Los psicólogos no pueden explicarse como la persona maltratada por su pareja, si ama a su pareja, es capaz de justificar y disculpar todos los maltratos recibidos, sin paliativos; y si no hubiera nadie que le abra los ojos, seguiría amando a su maltratador o maltratadora hasta más allá de la muerte llenando su tránsito de cadenas en el cielo.
Y es que ese es el poder del amor, terrible, pero cierto, como cadenas en el cielo. Por amor, matas; por amor defiendes lo indefendible, y si no que le pregunten a una madre cuando sale a defender a su hijo por más gamberro o delincuente que salga el mismo; si, se lamenta, y es normal, y quizás no lo disculpa, pero se resigna y lo defiende porque le ama por encima de todas las cosas.
En una sociedad en la que cada vez nos aislamos más de los demás es casi un milagro encontrar amor, queremos las cosas ya, y nos contentamos con satisfacciones inmediatas que nos dé el morbo, el sexo, la lujuria o la pasión, pero de ahí a construir un amor, hay una distancia, un camino que hay que trabajar y pocos están dispuestos a esforzare.
#206 Cadenas en el cielo | luisbermejo.com | podcast
Cadenas en el Cielo: El Misterio de lo Invisible
En las noches de sosiego, cuando el firmamento despierta en su fulgor eterno, hay quienes alzan la vista y descubren cadenas suspendidas en lo alto. No son de hierro ni de bronce, no aprisionan ni oprimen, pero están allí, como un susurro cósmico, como un hilo invisible que une lo que está y lo que se fue.
Las estrellas, en su danza milenaria, parecen eslabones de un collar divino. A veces, los satélites las imitan, alineándose en una procesión de luces frías, testigos artificiales de la inquietud humana. Otras veces, las nubes se agrupan en filamentos etéreos, como hilos de un tapiz tejido por vientos desconocidos.
Pero, ¿qué son realmente estas cadenas en el cielo?
La Prisión de lo Inalcanzable
Quizá son los lazos que atan a los sueños, esas promesas que nunca cumplimos, las palabras que quedaron flotando sin destinatario. Son las cadenas del tiempo, hiladas de recuerdos y anhelos, suspendidas entre lo que fue y lo que nunca será.
Las nubes en formación, en filas interminables, recuerdan que el destino también es un camino marcado, donde los pasos del ayer encadenan al mañana. Los satélites, con su luz intermitente, son faros de una era donde la humanidad busca conquistar lo inconquistable, sin notar que, en su afán de trascender, a veces se encadena a su propia sombra.
Los Eslabones de la Libertad
Pero no todas las cadenas atan; algunas liberan. Hay quienes ven en ellas una promesa: la de un orden oculto en el caos del universo, la de una senda que conduce a respuestas aún no reveladas.
Las auroras boreales, con su brillo serpenteante, parecen desatar los nudos invisibles del cielo, ondeando como un velo que cubre los secretos del cosmos. La luna, eterna testigo de amores y despedidas, observa con su pálido resplandor la manera en que el ser humano se pregunta, duda, sueña… y en ese soñar, rompe las cadenas que lo atan a lo terrenal.
El Último Eslabón
Al final, las cadenas en el cielo son un reflejo de lo que llevamos dentro. Son el eco de nuestras preguntas, el hilo que une la razón y el misterio, el límite entre lo que vemos y lo que sentimos.
Si alzas la mirada una noche cualquiera y ves hileras de luz, nubes en formación o caminos de astros alineados, no pienses en el peso de las cadenas, sino en la posibilidad de cruzarlas. Porque a veces, lo que parece atarnos, es lo que realmente nos impulsa a volar.
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