La cena
Salir por ahí de cena es algo que hace años que no hago, lo confieso. La crisis o la falta de oportunidades hace que este lujo no sea posible, al menos de momento. Y no es por miserable, sino porque los ingresos no lo permiten y los gastos son muchos.
#141 La Cena
Confieso que salir de cena, aunque sea a una pizzería o ir a almorzar a alguna venta de las muchas que rondan la provincia de Málaga, es algo que me encanta, pero claro, soy hombre y como tal, aún en el Siglo XXI se supone que una «señora» no paga y que debe ser el hombre el que abone todo o por lo menos, en algunos casos que das con personas más coherentes, a medias… pero claro, es decir que estás emprendiendo y no ingresas nada, y te vuelves invisible por completo y como mucho llegas al estadio de «amigo, pero de esos con los que no cuento ni para ir a tomar una caña», vamos, que no interesas y punto.
No sé por qué, a pesar de un siglo de lucha feminista, las cosas siguen igual que a mediados del Siglo XX, en lo que a la economía se refiere, pero está claro que la conveniencia de ser mujer, en algunos casos, que no en todos, es mucha y por tanto, en aras de soy una «señora» no pagan ni aunque su sueldo o lo que ganen sea dos veces más que lo que gane el «caballero» (sin caballo), y eso que yo pensaba que las que no pagaban y había que pagarles todo eran a esas «señoritas» que encuentras bajo un farolillo rojo… En fin, contradicciones de la vida misma…
Aun así, os cuento una anécdota que me recuerda tiempos mejores y que un amigo me contó el otro día, que resulta de lo más gracioso, porque él es más descarado que yo y cuando fui a un sitio de estos, hace más de 8 años, se me ocurrieron cosas similares, con la diferencia que yo, no las expresé, pero a mi amigo es que le da igual.
La cena
La mesa está puesta.
Un mantel que guarda historias,
copas que tiemblan con la risa,
platos que esperan el festín de la memoria.
Se sirve el aroma antes que el pan,
la nostalgia antes que el vino,
y el primer bocado no es de comida,
sino de palabras suspendidas en el aire.
Las miradas se cruzan como brindis silenciosos,
los cubiertos chocan con la delicadeza de un compás,
y en cada plato se esconde un secreto,
una historia que nadie contó
pero todos conocen.
La cena no es solo un festín,
es un ritual de encuentros y ausencias,
es el eco de quienes estuvieron
y la promesa de quienes llegarán.
Y cuando el último sorbo apague la noche,
cuando los platos vacíos sean testigos del tiempo,
solo quedará el calor de las voces,
el recuerdo latiendo en la mesa
como un último bocado de eternidad.
Pasa una buena semana y hasta el próximo programa de No Soy Original | luisbermejo.com.
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