#101 ¿Quién quiere ser princesa?

¿Quién quiere ser princesa?

Menuda pregunta que tiene el artículo de hoy… Y es que cualquiera que tenga relaciones sociales, habrá podido ver que muchas mujeres, incluso ya talluditas, se definen como «princesa» y el mundo está demasiado llenos de princesas.

Y yo me pregunto, con la Europa de Monarquías decadentes, donde los Reyes y las Princesas cada vez pintan menos, aunque viven nunca mejor dicho a cuerpo de Rey, ¿Quién quiere ser princesa? Máxime cuando por ejemplo en España el pueblo anda dividido y unos abogan por seguir como estamos y otros por proclamar una tercera república.

Reflexión

Lo curioso de todo esto es que ese deseo de ser princesa no viene precisamente de nuestra educación y cultura, sino de un país del cual nos vienen muchas odiosas influencias, como la de Halloween, Papa Noel, y como no, las Princesas de Disney, y lo raro es esta última influencia, sobre todo porque hay que recordar que Estados Unidos es Republicano. Pero claro, en un país de bipartidismo donde la inventiva en política no es demasiada, ya que o eres Demócrata o Republicano y no supieron inventarse otro nombre que el del propio tipo de Gobierno, la mucha o poca inventiva, tenía que salir por alguna parte, y añorar lo que en los genes de los norteamericanos llevan impregnados, y es que su procedencia de la vieja Europa, llena de Reyes y Coronas, tenía de alguna manera que aflorar…

En la historia de hoy, no me voy a referir al personaje que muchas mujeres se empeñan en buscar, ya no sólo a los 6 años, sino que persisten hasta bien pasados los 50: Un príncipe azul… La verdad es que el cuento de la rana hizo mucho daño y muchas creyendo que se convertirían en príncipes besaron mucho sapo y acabó saliéndoles rana. Hoy me voy a centrar en «la princesa» o «princesas» y voy analizar, sin cuentos, su procedencia. Mi favorita es La Sirenita, y si oís el monólogo, sabréis por qué.

¿Quién quiere ser princesa? | luisbermejo.com | podcast

¿Quién quiere ser princesa?

Desde pequeñas nos contaron historias de castillos dorados,

de vestidos brillantes y coronas de ensueño,

de princesas esperando en torres altas

a que un príncipe las rescatara.

Pero, ¿quién quiere ser princesa

cuando puede ser reina de su propio destino?

¿Quién quiere esperar un rescate

cuando tiene alas para volar?

Las princesas de los cuentos no corren riesgos,

no ensucian sus manos,

no se pierden en caminos inciertos

porque siempre hay un final escrito para ellas.

Pero la vida real no es un cuento

y el final no está decidido.

Prefiero ser la heroína de mi propia historia,

la que se salva a sí misma,

la que no teme la tormenta

porque sabe bailar bajo la lluvia.

Que se queden con las coronas de cristal.

Yo elijo la libertad.

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